domingo, 1 de noviembre de 2020

 


Tradición con limitaciones

Los besos y abrazos forman parte de las más bonitas y agradables tradiciones de amor y cariño del pueblo cubano, especialmente en la región oriental.

Con la llegada de la Covid-19 la costumbre comienza a presentar limitaciones debido al necesario distanciamiento de las personas que ha recomendado el ministro de Salud Pública con la pretensión de frenar la transmisión de la enfermedad entre la ciudadanía.

Lógicamente la atinada exhortación no incluye a las parejas enamoradas ni a otros familiares íntimos, que necesitan de la milenaria manifestación humana para consolidar la convivencia y los nexos por sanguinidad. Cuando aparece cualquier síntoma del virus se rompe la estimada normativa y aplican las medidas correspondientes para proteger a los seres queridos de los alrededores de los enfermos.

El centro de la campaña nacional contra la momentánea limitación de la costumbre se circunscribe a familiares no tan allegados, vecinos, amigos y compañeros de funciones, que pueden conformarse con el empleo de  expresiones con semejanzas a aprecio, estimación, efusividad y cariño, sin tener que juntar los cuerpos.

Sin esfuerzos en Las Tunas pueden apreciarse manifestaciones a favor o contra del amplificado asunto por las autoridades sanitarias, cuestión evidente de la decisión personal sobre el asunto.

Quienes cumplen con lo recomendado van ajustándose a saludos con el empleo de señas con brazos cruzados sobre el pecho, manos en la frente o en la zona donde palpita el corazón, inclinación del cuerpo, apretón de puños de las manos, envíos simbólicos de besos y otros modales bien conocidos por el pueblo, sin demasiado acercamiento físico.

Aquellos que irrespetan las insistentes advertencias preventivas no deparan en las condiciones que traen, ni los escenarios transitados, cuando amistosamente llegan y se funden con besos y abrazos en centros de trabajo, viviendas, plena calle, colas y demás sitios frecuentados. Con nasobucos puestos o quitados transcurren las escenas con falta de responsabilidad individual. Lamentable-

mente en los colectivos laborales esto ocurre con bastante normalidad, sin que se critique con espontaneidad.

Pareciera que los incumplidores no tuvieran conciencia de que el virus no se refleja en el rostro de los individuos, sino que anda en el cuerpo, incluso de las personas asintomáticas, y en el medio ambiente. Además ataca sin contemplación ni distingo.

Nadie debe considerarse inmune a la devastadora epidemia, y en tal sentido se requiere que cada cual deba cuidarse y proteger a los demás, como fórmula adecuada para ayudar a detener las ínfulas de expansión mundial y nacional de la pandemia.

Aunque la provincia figura entre los territorios con menores índices de infestación, no da derecho a que la ciudadanía se exponga con tanta facilidad a los posibles brotes en cualquier parte, aunque no haya antecedentes en los respectivos barrios o municipios.

Si hasta aquí los tuneros hemos llegado con inferiores complicaciones a otras regiones del país es por el cumplimiento bastante ajustado a los protocolos de salud. Por eso, ahora que marchamos por la nueva normalidad decretada por el grupo temporal de trabajo que atiende la Covidad-19, no podemos tirar por la borda los buenos resultados del amplio y riguroso trabajo preventivo, tras las acertadas orientaciones de los consejos de Defensa Provincial y municipales.

Tales razones comprometen a no bajar la guardia y elevar la exigencia para que los violadores de las disposiciones sean llamados a capítulo por las autoridades competentes, a fin de que respeten las medidas implementadas o sean sancionados por la gravedad de los acontecimientos.

Los que estamos incluidos en los grupos de personas con limitaciones para besarnos y abrazarnos cada vez que nos encontremos, no debemos desesperarnos porque cuando le ganemos la batalla al nuevo coronavirus volveremos a los efusivos encuentros.

 

 

 

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