La Boca
despierta sus enigmas y los pone a disposición de los miles de bañistas, que diariamente
concurren a ella en busca de placer entre olas, arena y Sol en este verano.
Los deseos
personales desbridan las ansias, que se desbordan al compás del andar presuroso
o despacio.
Nadie depara
en el reposo del tiempo para sumergirse a sus anchas en el área escogida para
disfrutar a plenitud de las bondades del pedazo de mar abierto del puerto
Padre, en la provincia de Las Tunas.
Las personas
no se detienen a observar cómo se divierten los demás, pues cada cual se deja arrastrar
por su manera de pasarla bien junto al grupo escogido o en solitario.
En los
alrededores la limpieza despierta comentarios a favor, aunque a veces aparecen
muestras del descuido de personas que lanzan desperdicios fuera o dentro del
agua.
Algunas áreas habilitadas favorecen la
práctica de deportes; mientras, el ambiente se anima con la mezcla de
trabajadores estatales y cuentraporpistas, que atraen la clientela a fuerza de
pregón.
La
tranquilidad ciudadana facilita el goce de las personas, que vienen a
distraerse con los embrujos de la mar, el encuentro de alimentos ligeros,
determinadas bebidas y otros atractivos de la playa.
Por momentos
parece que el espacio resulta pequeño para tanta gente, que se divierte a sus
anchas.
A cierta distancia se observa el despliegue de
quienes se trasladan hasta La Llanita, que sin proponérselo funge como una hermana
gemela para distribuirse los encantos de los tuneros, que prefieren venir a
estos lares para distraerse en contacto directo con las aguas del Atlántico.
Ya sobre el
litoral empieza a notarse el ordenamiento habitacional e institucional para
conservar el espacio más libres y protectores para cuidar estos gustados sitios
a los cuales se llega en lancha desde El
Socucho o en equipos automotores a través de la carretera.
Con un manto
de pasiones, La Boca y La Llanita siguen con los brazos abiertos exhibiendo sus
mejores galas para acoger a los que prefieren sus bondades.
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