Los días 5 y
6 de enero del 2016 pude realizar el sueño de volver a las calles de Santiago de Cuba, después de varios años sin pisar esta tierra hermosa y hospitalaria
del oriente de Cuba.
Pude
reafirmar en parte el claro mensaje de la canción popularizado por Juan
Guillermo (JG) y su agrupación, Santiago que lindo se ve, transformados al
calor del aniversario 500 de la fundación de la Villa, el 62 del asalto al
cuartel Moncada, protagonizado por Fidel y la Generación del Centenario, y las
restauraciones de las destrucciones del huracán Sandy
Muchos lugares remozados, transformados el
objeto social y nuevos removieron mis nostalgias sobre el pueblo querido, a
partir de que me acogió como un hijo durante la carrera de periodismo, que me
hizo profesional al calor del trayecto estudiantil por la beca en Quintero, la
Facultad de Humidades, en Garzón, cerca de la Clínica materna Dolores y el
edificio de la dirección provincial del Partido y el paso por las redacciones
del periódico Sierra Maestra, Tele Turquino y Radio Mambí.
Claro,
ningún escenario me cogió por sorpresa porque tenía referencias a través de los
medios de comunicaciones tradicionales y digitales.
Comprobarlo
presencialmente fue una maravillosa oportunidad, que compartí con compañeros de
viajes y amigos Santiagueros como la estimadísima periodista jubilada de Tele
Turquino Noris Rosado Figueredo, Aida, la directora provincial de la Agencia
Cubana de Noticia , y Macías, el director del Sistema de Radio en la Tierra
Caliente.
Cuántos
recuerdos volvieron a la mente cuando estuve en muchos escenarios y otros que
vi desde el vehículo como el Parque Céspedes, una cuadra de adoquines de Enramada,
el área del Malecón, donde tantas colas hice para las guaguas que llevarían a
las cálidas aguas de las playas del sur de la ciudad, o la moderna inversión
europea para fabricar cerveza y malta (las otras dos que funcionan en Cuba
están en Ciudad de La Habana).
Que decir de
la abismal diferencia del complejo de terminales nacionales de ómnibus y
trenes, la nueva avenida que va desde la Plaza de la Revolución al insigne
cementerio Santa Ifigenia, donde reposan los restos de insignes patriotas
cubanos como José Martí, Carlos Manuel de Céspedes y Frank País.
Las renovadas
imágenes de las céntricas vías: Aguilera, Garzón, Las Américas, avenida de los
Libertadores, el simbólico de edifico del cuartel Moncada, el parque Abel
Santamaría.
Las
novedades me captaron en varias tiendas emblemáticas, el compelo gastronómico
de Ferreiro, la vetusta Catedral, el emblemático hotel Casa Granda, la Casa de
la Trova, el imponente Teatro Heredia, el Museo Bacardí y el simbólico balcón de
la Asamblea Municipal, desde donde Fidel habló al pueblo de Cuba, el primero de
enero de 1959.
El breve
periplo por el Santiago querido incluyó la visita a un remozado centro
nocturno en la Carretera de El Caney,
frente al hospital clínico quirúrgico, que me permitió remover el pasado con la
música de la Década Prodigiosa a través del amplio repertorio del combo Los
Kinin, que en mi tiempo de estudiante animó en diversos espacios recreativos
donde estuve.
Muchos se
asombraban con mis remembranzas sobre lugares, hechos y distingos
santiagueros. Particularmente, las guías
turísticas del terruños y colegas de viaje como Aliuska Barrios e Iliana
Toirác, directoras del Sistema de la Radio en Las Tunas, y Tunas Visión,
respectivamente, y Adalys Ray, presidenta de la UPEC en el Balcón del Oriente.
Entre tantos
recuerdos y asombros por lo bello y la tranquilidad ciudadana atisbada en todos
los espacios, dije adiós a la segunda ciudad de mi preferencia. Como siempre
que voy, no me despedí para siempre, sino que le dije hasta pronto, tierra
amada.
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