En la
profesión de periodista, que llevo como un tesoro, me ha servido de mucho mi
condición de padre, pues es algo que tengo como una reliquia, algo común en Cuba.
Tal
condición ha ayudo a mi consagración en todo, especialmente al seguimiento en
la vida de los tres polluelos.
No hay
actividad o acontecer de la vida que esté fuera del empeño, pero juzgo a la
educacional como la más intensa o de mayor desvelo.
Ha sido paso
a paso en cada grado para que nada empañe la trayectoria, especialmente en los
tiempos de exámenes.
Ha sido una
vida consagrada, pero linda y en especial a la hora de reconocerlos o
despedirlos de cada enseñanza para que avancen hacia la superior.
Un hecho
tremendamente emocionante fue el año pasado cuando tuve que trasladarme a La
Habana a la discusión de la tesis del mayor en la Universidad de Ciencias
Informáticas. Fue brillante la calificación y en respuesta a eso, lo dejaron
allí en un proyecto de desarrollo.
Los otros
dos vienen detrás, uno en medicina y la otra en derecho. Seguirá el mismo
gardeo para ayudarlos a empinarse.
En la
trayectoria he tenido que ser repasador, buscador de profesores para consultas,
ayudante en la búsqueda de materiales, en la confección y tirada de trabajos. ¡Cuántos
apuros de última hora!
No han
faltado los regaños oportunos, pero siempre el apoyo está, por encima de todo.
Tal dedicación
la recibió de mi papá, aunque con características diferentes por su escasa
instrucción docente.
Hoy, cuando
no está, es posible que sea escaso mi homenaje con un ramo de flores en el
cementerio, aunque con un amor profundo como el que le profeso diariamente en
silencio o en el recuerdo.
En la mezcla
de alegría y tristeza por la ocasión, alzo mi voz para saludar a todos los
progenitores, sin importar distancia, raza, credo, posición social y otras
diferencias de este desigual mundo.
Mi
felicitación vuelo veloz y toca a cada puerta donde haya un padre. Quizás sirva
como un mensaje de aliento para muchos.
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