En el
andar citadino por Las Tunas, fácilmente se tropieza con innumerables expectativas sobre cómo
avanzará el proceso para normalizar las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos.
La
mayoría coincidimos que será un camino largo y complicado, en el que siempre la
Perla de Las Antillas mantendrá su conducta inclaudicable y con apego al
respeto mutuo. Mientras, la minoría, con
mentalidad anexionista, se apasiona infelizmente por un proceder de rebaja de
los principios cubanos ante el imperialismo.
Por
lógica y tradición, el ambiente soberano de los cubanos presidirá todos los
procedimientos diplomáticos para llegar a feliz término.
Cuba
se sabe triunfadora en los pasos de la aplicación para normalizar las relaciones,
en los cuales no se permitirán términos ambiguos ni impositores. De igual a
igual se ha dicho, sin interferencias ni irrespeto.
En
el espíritu de la negociación no se permitirán procedimientos que se viren
contra lo que hemos construido durante más de medio siglo con tanto sacrificio
del aguerrido pueblo.
Por
lo que en la mesa de las conversaciones no se aceptarán alusiones a la
construcción de una autóctona y soberana sociedad socialista, ni tampoco nos meteremos con su carcomido sistema capitalista.
Bien
claro lo dijo Raúl, tenemos que aprender a convivir con nuestras diferencias
ideológicas.
Todo
eso está en el ambiente del discurso diáfano que siempre ha caracterizado al
Gobierno del líder indiscutible de la Revolución cubana: Fidel Castro Ruz.
Claramente
nos sometemos a relaciones, en las
cuales no tenemos experiencias, pero que son necesarias para desarrollarnos
integralmente y construir el socialismo próspero y sostenible a que aspiramos.
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