domingo, 16 de septiembre de 2012

Mis vivencias sobre el Censo


 Cuando la joven enumeradora del Censo de Población y Viviendas fue entrando en profundidad en la aplicación del cuestionario, le iba respondiendo sin titubeos y con realismo. Sabía la importancia de la sinceridad.
Al propio tiempo me remontaba a similar tarea en 1970, cuando ejercí como enumerador en la zona rural de Cuatro Caminos, en el propio municipio de Las Tunas, en el oriente de Cuba.

En el ir y venir de los recuerdos, el pasado y el presente se combinaban acertadamente. Entre la mezcla mental de ayer y hoy, Aflora la responsabilidad en la recogida exacta de los datos solicitados.
En mi caso de agente censal ocurría en el primer Censo de la Revolución cubana, y ahora, como aportar de elemento, era en el cuarto.  Ambas posiciones acuñaban a la veracidad en las respuestas a la andanada de preguntas.
El aliento en las proyecciones de la Revolución se repetía y se inculcaba el interés en el aporte individual para la obra común.
Las dos posiciones me hacían más fiel al proceso transformador, que a  través del tiempo toma experiencia para ser más eficiente para el bienestar del pueblo.
El orgullo de portador social al Censo retumbó en las paredes de mi modesto hogar y llevaba el sello de cubanía de un ciudadano común, que se integra al deseo de la mayoría del progreso ascendente, en repercusión general y particular.
Así de sencillo: Con todos y para el bien de todos, como subrayó nuestro Héroe Nacional, José Martí, porque todos contamos.

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