Cuando la joven enumeradora del Censo de Población
y Viviendas fue entrando en profundidad en la aplicación del cuestionario, le iba
respondiendo sin titubeos y con realismo. Sabía la importancia de la
sinceridad.
Al propio
tiempo me remontaba a similar tarea en 1970, cuando ejercí como enumerador en
la zona rural de Cuatro Caminos, en el propio municipio de Las Tunas, en el oriente de Cuba.
En el ir y
venir de los recuerdos, el pasado y el presente se combinaban acertadamente. Entre
la mezcla mental de ayer y hoy, Aflora la responsabilidad en la recogida exacta
de los datos solicitados.
En mi caso
de agente censal ocurría en el primer Censo de la Revolución cubana, y ahora, como
aportar de elemento, era en el cuarto.
Ambas posiciones acuñaban a la veracidad en las respuestas a la andanada
de preguntas.
El aliento
en las proyecciones de la Revolución se repetía y se inculcaba el interés en el
aporte individual para la obra común.
Las dos
posiciones me hacían más fiel al proceso transformador, que a través del tiempo toma experiencia para ser
más eficiente para el bienestar del pueblo.
El orgullo
de portador social al Censo retumbó en las paredes de mi modesto hogar y
llevaba el sello de cubanía de un ciudadano común, que se integra al deseo de
la mayoría del progreso ascendente, en repercusión general y particular.
Así de
sencillo: Con todos y para el bien de todos, como subrayó nuestro Héroe
Nacional, José Martí, porque todos
contamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario