Me
incluyo en la mayoría de los cubanos que respaldamos la Ley de Inversión
Extrajera, porque busca el impulso de la economía.
Nuestros enemigos se quedan sin argumentos para seguir el ataque contra las decisiones autóctonas
de Cuba, y apelan a la critica hueca relacionada con las supuestas entregas de
las riquezas a empresas de otros países.
Quienes
consideran eso cometen tremendos errores, porque en cada caso estará presente
el Estado, que velará por mantener el equilibrio pactado y el orden en lo
contratado.
En
cualquiera de las variantes que se apliquen, la nación saldrá beneficiada,
porque además de recibir ganancias garantizará el empleo de fuerzas de trabajo.
Entonces,
existen suficientes razones para emplearse a fondo en la búsqueda de
finanzas para impulsar los diversos planes de desarrollo, que requieren la
continuación ascendente en la actualización del modelo económico y social que
hemos decidido construir de forma libre y soberana.
La
decisión se basa en la implementación de los lineamientos del VI Congreso del
Partido y los objetivos de la Primera Conferencia Nacional del Partido.
En
el espíritu de la Ley se expresan las garantías de los inversionistas extranjeros
y sus inversiones, los sectores destinados, las modalidades que se pueden
adoptar como empresas mixtas, contrato de asociación económica internacional y
empresa de capital totalmente
extranjero, y las inversiones en bienes inmuebles.
En
el cuerpo legislativo se delimitan aspectos vitales como los aportes y su valoración,
la negociación, los regímenes establecidos en los ámbitos bancario, de
exportación e importación, laboral, especial de distribución, de reservas y
seguros, de registro e información financiera y de solución de posibles
conflictos..
La
mayoría del pueblo apuesta al éxito de la Ley y desea que la nación marche
adelante en las transformaciones en beneficio de todos.
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