Nuevamente
el Día de las Madres, nos reunió a los cinco hermanos entorno a nuestra
queridísima mamá, Luisa García Rondón, que anda por los 88 años.
Como
de costumbre este domingo estuvo cargado de regocijo, alrededor de la vieja,
que a pesar de la pérdida paulatina de la memoria, identifica a todos los
familiares y con frecuencia cuenta con lucidez pasajes de su hermosa trayectoria
y de sus seres más amados.
Disfrutó
de dulces, refresco y comida criolla, que con ternura adornaron la intensa
jornada, y que ella con la delicadeza acostumbrada fue complaciéndose con lento
comer.
Los
regalos volvieron a estimular a la consagrada progenitora, que no los juzgó por
los precios, el tamaño y la envoltura, sino por el gesto de entregárselos con
pasión.
Como
para subir las emociones, hizo intentos de bailar y saborear tragos de ron,
como en antaño cuando los festejos y el jolgorio multiplicaban la alegría junto
a nuestro fallecido padre, Crecencio Segura.
Con descendientes, que llegan hasta bisnietos,
todo transcurrió con el orden impuesto por ella en la familia a través de las complejidades
de la vida, en familia humilde.
Al
concluir el efusivo encuentro, sonriente repartió los besos de despedida,
pronunció la acostumbrada sugerencia: ”Cuídate mucho, pórtate bien y saludos
tus familiares ausentes.
Tras
el gesto acostumbrado, cada cual partió a su residencia con el placer de haber
contribuido a una celebración especial, que dejó a mamá altamente complacida.
Regresé
a casa a terminar el día con mi esposa Sonia Peña Valdés, que retornaba de
compartir con su madre, en Jobabo.
Ambos
momentos ampliaron la senda del amor y la confraternidad familiar, como
peldaños superiores para la vida.
Similar
alegría se repartió por toda Cuba, pues el Día de las Madres se coloca en un
pedestal.
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