domingo, 31 de mayo de 2015

Por un entorno más saludable y feliz

El 31 de mayo, Día Mundial contra el Tabaquismo, y el primero de junio, Día Internacional de la Infancia, nos deberían convocar a meditaciones más profundas para obrar en bien nuestro y del entorno.

Sin fumar ayudamos a tener mejor salud y contribuimos a que en los alrededores  sea más sano el ambiente.
No solo es dejar el dañino consumo, sino influir para que cada vez sean menos las personas que se arriesguen con la maligna práctica. Lamentablemente una inmensa mayoría somos fumadores pasivos, porque recibimos la contaminación que nos llega del entorno.
Mera justificación para quienes se cansan de decir que no pueden abandonar el mal hábito por diferentes razones, como la costumbre familiar, el estrés, la soledad y otras.
Los que no fumamos sabemos bien, que sí se puede, porque hasta los individuos más enviciados cuando se lo prohíbe el médico por cuestiones de enfermedad, enseguida se ajustan a eso, y no ocurre nada. Incluso, al cabo del tiempo hasta dan consejos sobre cómo dejarlo.
En cuanto a la niñez, siempre merece la mejor atención para contribuir a que crezca con la intención de ser personas de bien.
En el caso de Cuba, donde se llevan a cabo políticas estatales para beneficiar el sano desarrollo de los niños, empezando por la educación y la salud gratuitas, la evitación de que los niños no tengan que realizar trabajos para buscar sustentos para la familia, aunque sí se inculcan valores morales y éticos sobre la importancia del trabajo creador.
No solo es un problema de familia, sino que a nivel social todos estamos implicados en contribuir al cumplimiento de tales preceptos para lograr que las presentes y futuras generaciones crezcan felices.
Mi mirada desde Las Tunas, Cuba, se encamina a influir en los criterios personales y generales, que hacen falta tanto internos como externos para comportarnos mejor y ayudar a un entorno más saludable y feliz.


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