Este tercer domingo de junio, Día de los Padres, me levanté bien temprano para preparar el viaje al
cementerio de la ciudad de Las Tunas, donde reposan los restos de papá, que
hace algunos años nos dejó físicamente.
Después
de buscar el pan y realizan un suculento desayuno, recibí algunos saludos por
la ocasión, tanto en la casa como por la vía telefónica.
Luego,
recorrí mi cuidado jardín en buscar de flores. Conseguí varias especies y con diversos colores, aunque predomina el blanco. Logré conformar un bonito y abultado ramo.
Con
cierta melancolía parto temprano para el camposanto, donde me encontraré con
mis cuatro hermanos, todos varones, y con hijos y nietos.
El que no ha procreado también lo considero
padre por las enseñanzas y los afectos brindados a los hijastros, que manifiestan
considerarlo así.
De
antemano sé que en el sitio de reposo eterno de tuneros, encontraremos
familiares y amigos, pues en Cuba esto forma parte de las bonitas tradiciones
No
tendré que comprar flores en los alrededores del cementerio como han dispuesto
las autoridades políticas y estatales para
facilidades de la población, conjuntamente con el refuerzo del
transporte de pasajeros, desde varios puntos de la ciudad.
Después
de cumplir con la honrosa misión familiar, que realizo con frecuencia en los últimos años, los cinco nos dirigiremos hacia la casa
del tercero para festejar por nosotros, junto a la vieja, Luisa, que coincidentemente hoy cumple 87 años.
Como
el “viejo” nos aconsejó antes de partir, en el festejo conjunto de hoy lo
tendremos presente con alegría como lo inculcó, por ser una de sus mayores
virtudes, aunque estuviera en medio de adversidades.
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