Con gusto dediqué
un día de las vacaciones a visitar el querido terruño de origen, en la apartada
comunidad de Las Peloncitas, en la zona de Hermanos Mayo, a unos 20 kilómetros al
sur de la ciudad de Las Tunas.
Entré por El Níspero, procedente de Las Pelonas y El Kilómetro 7 de la Carretera de Jobabo,
y salí por el terraplén que comunica a Cuatro Caminos, Palmarito, Barranca, la
Curva y El Parnaso. Por allí desplegué la infancia y la adolescencia.
En el barrio
originario solo me quedan primos. Del tronco familiar, una gran parte marchó al
otro mundo o se trasladó de localidad en busca de mejoras económicas y sociales.
La entrañable vieja con 87 años reside en Palmarito con un hijo. Otros dos viven cerca de
allí. El menor y yo, estamos en la capital provincial.
Tristemente
no quedan vestigios del hogar, aunque en el batey ahora varios primos fomentan
sus familias.
Al transitar
por el lugar, los recuerdos infantiles y juveniles
se refrescaron al saludar o charlar efusivamente, con personas humildes en
hogares o en el terraplén por donde transitaban a caballo, carretones o a pie, parecido
a cuando anduve incontables veces.
Las remembranzas
me transportaron a los contagiosos ambientes, heredados de familiares y vecinos, la
escuela, la tienda, los juegos predilectos (béisbol y bola), la estancia, la
crianza de animales y otras cosas agradables del campo como el cantar y el vuelo
de pájaros, las fiestas, las visitas y los amores.
Siguió impresionándome
el cariño y la sencillez de la gente, que ha mejorado las condiciones de vida con
la llegada del fluido eléctrico, los servicios de la sala de vídeo, el consultorio
médico y parque infantil. La escuela, el círculo socio-cultural y la tienda
continúan ampliando las posibilidades sociales.
Fluyó ciertos
rasgos de tristeza al ver los frondosos marabuzales que cubren antañas
áreas cultivables, desaparecieron los encantos del estadio de béisbol y el primer círculo social y estrechan caminos y potreros. Como problemática se mencionó la ausencia del transporte
de pasajeros.
Al paso por
el frente del cementerio local la memoria removió vivencias de las veces que he
estado en sepulturas de familiares y amigos o en el depósito de flores a seres
queridos.
Mi espiritualidad se reconfortó con la inyección de ingredientes de ayer y hoy, de un sitio tan inseparable
de mi vida.
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