Transcurre
la segunda quincena de vacaciones del año. Hay tantas labores pendientes y
actuales, que a penas me he podido descansar.
El
ajetreo periodístico sigue desde mi segunda redacción, en la casa. No falta la
preocupación por la actualización de 26
digital y de los perfiles personales del colectivo.
Mi
blog, Twitter y Facebook constituyen columnas centrales de las labores que sigo
acuciosamente, sin dejar de lado el seguimiento a la preparación del semanario
impreso.
En
sentido general, el período de descanso no interfiere en la pasión por la profesión
que amo tanto.
Aunque
no sé con exactitud, quien dijo que el periodista no deja de serlo en ninguna
circunstancia, lo compruebo a cada instante, y eso lo hago gustosamente.
Después
de tales menesteres, voy cumpliendo las tareas hogareñas que había postergado,
como acomodar cosas en las lugares de deshago y la crianza de animales.
La
búsqueda de mercancías imprescindibles para la alimentación, el aseo personal y
de otras índoles, acaparan buen tiempo porque hay que gestionarlas en diversos
lugares, a veces con algunas aglomeraciones de personas.
Los
contactos con familiares, amigos o vecinos acaparan buena parte del tiempo,
pues sirven para actualizarme en diversas cuestiones importantes en el ambiente
personal y social.
Como
de costumbre recorro calles, parques, tiendas, centros culturales e
instituciones deportivas de la ciudad de Las Tunas, que alimentan la espiritualidad por la cercanía al
palpitar citadino, que muchas veces queda relegado por la consagración
laboral.
El respeto
y el honor a Fidel por su desaparición física me han comprometido a limitarme en
algunas cuestiones del jolgorio y las alegrías tradicionales en Cuba, las
cuales considero fuera de contexto como lo son para gran parte del pueblo.
Las
vacaciones siguen con sus encantos. Voy ajustándome a las circunstancias para
que rindan los frutos esperados.
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