Después
de un año, del 17 de diciembre del 2014, cuando se proclamó al mundo el inicio
del proceso para normalizar las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos,
muchos cubanos corroboramos el siempre indeciso y calculador Imperio para
sacarles ventajas a los pueblos con sus jugadas bajo el manto del camuflaje.
Aunque
la mayoría no nos cegamos con euforias precipitadas ante la tremenda
información que recorrió al mundo en instantes, hoy con más tranquilidad
podemos pasarle revista a lo transcurrido para medir los impactos a favor y en
contra.
No se puede negar la trascendencia de la noticia,
pero el progreso camina bastante despacio para Cuba.
Son
innegables las buenas intenciones de Obama, que rompió el celofán en la
arrancada, pero sucesivamente no ha concretado las contundentes medidas para
eliminar el bloqueo contra Cuba. Sus prerrogativas para flexibilizar las leyes
que reduzcan el tratamiento a la Mayor de las Antillas, no aparecen en el
horizonte.
Conversaciones
van y vienen en La Habana y Washington sobre distintos tópicos que deben
cambiar, pero el centro de la cuestión sigue intacto.
Varias
pruebas lo confirman con claridad, entre ellas la continuada política para
mantener la emigración ilegal y las presiones con sanciones a las empresas que
negocian con Cuba.
La
difícil situación creada en varios países con la concentración de cubanos que
desean marchar hacia Estados Unidos, no ha tenido la respuesta del Imperio, que
sigue en silencio observando el desespero de miles de personas que se atienen a
la macabra e injusta ley de pies descalzos y pies desnudos para debilitar a la
Revolución.
Pese
a las complejidades del proceso, Cuba no se amilana y sigue exigiendo respeto e
igualdad en las negociaciones, así como la no aceptación de condicionamientos a
los principios inviolables de la obra transformadora en beneficio de todos los
cubanos.
Se
aceptan negociaciones para avanzar en el proceso, sin ceder ni traicionar la
tradición patriótica y solidaria del pueblo cubano.
Necesitamos
llevarnos bien de igual a igual, sin la presión del injusto y obsoleto bloqueo
que nos interrumpe el desarrollo, pero sin claudicar ni vender lo que hemos
construido con tantos esfuerzos.
Deseamos
que el Imperio se quite el camuflaje y sea consecuente con su pueblo y con el
muestro, pues mutuamente se beneficiarán cuando desaparezca el tortuoso bloqueo
de más de medio siglo de existencia.
Cuba
ha hecho sus deberes y exige que Estados Unidos haga lo que le corresponde para
acelerar el progreso de los pasos imprescindibles para la eliminación de su
bloqueo.
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