Este
domingo, 31 de julio, una parte importante de mi vida se coronó con 35 años de
bregar entre amores y quehaceres familiares, abrazado en matrimonio con la
máster Sonia Peña Valdés.
Tres décadas
y media timoneados por el amor, que me ha traído enormes alegrías, entre ellas
dos muchachos hermosos e inteligentes: Rainer y Reinier, en predios de Las Tunas..
Ambos
rebasan los 20 años. El primero, ingeniero informático, y el segundo, en la
segunda quincena de agosto comenzará el sexto año de Medicina.
Son dos pilluelos que constantemente
constituyen centros de atención, desde las más variadas formas del quehacer
hogareño y las responsabilidades en la vida.
Cuando llego
a este tiempo de pareja, que a veces me sorprende, doy algunas miradas retrospectivas. Repaso en tantos
momentos hermosos, aunque aparejados de determinadas dificultades que he sabido
sortear con pasión e inteligencia.
Cualquier
escollo por grande que haya parecido, lo he rebasado con decisión y firmeza.
Siempre teniendo la convicción de no destruir el matrimonio, cimentado con
tanto esmero.
Los
sinsabores han ido a bolina, sin miramientos y con mucha osadía, cuestiones que
ahora silenciosamente me aplaudo.
Cada
muchacho a su manera siempre busca consejo en sus dos padres, ante determinadas
circunstancias de la vida. Siempre los hemos ofrecido con realismo y sin
imposición. Eso les ha servido de mucho.
El
seguimiento a los estudios y a la disciplina en todos los momentos han sido
cuestiones de tratamiento diariamente. Al cabo de los años, hemos recogido,
junto a ellos, los frutos de una esmerada atención que no depara en años ni en
grado escolar.
A 35 años de
matrimonio nos sentimos una pareja dicha y convencida de que podemos terminar
nuestras vidas en unión y disfrutando del bonito derrotero de nosotros y los
dos hijos.
Los cuatro seguiremos
adelante con mucha pasión y decididos a ser cada vez mejores personas para la
familia y la sociedad.
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