La
visita a Cuba del Papa Francisco, del 19
al 22, como las dos anteriores de similar rango, despierta distintas emociones
en creyentes y no creyentes de Las Tunas como en el resto del país.
Todo
concuerda con la correcta evaluación sobre magnitud de la embestidura del visitante:
Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y
Jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano
Con
esmerada atención los tuneros siguen los
detalles del periplo. Mayoritariamente las opiniones destacan los valerosos contenidos
de los discursos de recibimiento de Raúl
y Su Santidad, la visita del Papa a Fidel, el encuentro de cortesía con
el Presidente de los Consejos de Estados y de Ministros de la Mayor de Las
Antillas, la calurosa acogida en las calles habaneras, la primera misa oficiada
el domingo en La Plaza de la Revolución José Martí de La Habana y demás
actividades desarrolladas entre los cubanos, que lo aclaman con pasión.
De
manera especial, los católicos de esta zona se han preparado con fe y esmero
para el fraternal encuentro con el Santo Padre en la misa que ofrecerá en la
Plaza de la Revolución Calixto García Iñiguez de Holguín, en la mañana del día
21.
Religiosos
y no religiosos con normalidad consideran que los aguaceros de sábado y domingo
son una bendición del Santo Padre por la visita. El deseo de mejorías ambientales para atenuar los efectos
de la cíclica sequía hace que constantemente se implore a Dios o cualquier cosa
fuera de la religión, pues en el territorio se vive con agobio por los efectos
de la escasez de precipitaciones, lo cual ubica a Las Tunas entre las tres
provincias más dañadas, aunque las severas secuelas están en toda la nación..
Sigue
la propaganda religiosa en las calles, y creyentes y ateos se proponen seguir
uniendo esfuerzos para que la visita pastoral sea exitosa para todos, pues se integran
al ambiente de respeto, hospitalidad y hermandad, como demostración de los
altos valores éticos, morales, culturales, patrióticos y solidarios del pueblo cubano,
cimentados al calor de las amplias oportunidades que ofrece el Estado para
profesar libremente cualquier religión y desarrollar las actividad de sociedad,
sin distingos, excepto los hechos que atenten contra la seguridad del país y la
tranquilidad ciudadana.
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