Para los
cubanos el primero de junio tiene dos ángulos en el acontecer social, que a la
vez forman parte intrínseca de los rasgos distintivos de la nación.
En primer
lugar, el Día Internacional de la Infancia se asume como un momento clave entre
los tantos que durante el año se refuerzan para consolidar las acciones
concebidas para el pleno desarrollo de la niñez.
El otro
aspecto está dedicado a perfilar las acciones para recibir con alerta y
preparado el comienzo de la temporada ciclónica, que se extiende hasta el 30 de
noviembre.
Ambas
vertientes de la fecha están concebidas en las estrategias fundamentales del
país para el desarrollo integral y en beneficio de toda la sociedad.
Los niños
desde que están en el vientre de sus madres tienen un seguimiento con la
finalidad de que nazcan vivos y saludables. Al ver la luz se les refuerza la
atención tanto en asistencia médica como alimentación y en los restantes
recursos materiales y espirituales imprescindibles para crecer sanos.
Luego
vendrán los círculos infantiles o el Programa Educa a tu Hijo y seguidamente
las escuelas primarias. Posteriormente vendrán las escuelas primarias.
Aquellos que
posean discapacidad tienen la atención médica y las escuelas especiales, que
brindan posibilidades para que no sean personas inútiles.
En todo ese
proceso de salud y educación para los
infantes, el Estado dedica cuantiosos recursos, en paralelo con el resto de los
presupuestos para ambos programas que se brindan gratuitamente, sin distingo de
raza, credo, posición social y demás características de las familias.
Con la
finalidad de garantizar el desarrollo pleno de los niños se instituyó el Código
de la Juventud y la Niñez, que regula todas vías que confluyen con ese segmento
poblacional.
En cuanto a
las preocupaciones por la preparación de la población para enfrentar cualquier
evento meteorológico con la decisión de que hagan la menor cantidad de daños
posibles.
Suficientes razones existen para prepararse
bien para contrarrestar los efectos de ciclones, huracanes y otros fenómenos
naturales, pues a través de los años la Mayor de Las Antillas ha tenido grandes
devastaciones con los lógicos daños para los territorios y sus habitantes. Y
frente a eso, se han tenido que erogar
cuantiosos recursos para auxiliar a los damnificados, especialmente desde el
primero de enero de 1959 con el triunfo de la Revolución que puso al ser humano en primer plano.
Por eso,
cada plan preventivo contiene el principio de hacer todo lo posible para que
sean nulas o escasas las pérdidas de personas por los fenómenos climatológicos.
Todo lo
anterior justifica las prioridades políticas y gubernamentales en ambos
asuntos, que convergen el primero de junio.
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