De las
tantas veces que la Patria nos ha convocado, la de ahora se inscribe entre las
más significativas, porque se corona de grandeza y se eleva a las cumbres para
ratificarle a Fidel: ¡Hasta la victoria siempre, Comandante!
Muchos
lloran la partida física del Líder Histórico de la Revolución cubana, pero
generalmente el pueblo se sobrepone al dolor compartido para reafirmar la
convicción de que no dejarán morir sus ideas y su obra, tanto para Cuba como
para el resto de los pueblos sufridos del mundo.
La fuerza de
la verdad se erige sobre el pedestal de la invencibilidad y como un símbolo hace
que nadie hable en pasado de Fidel, sino que lo hacen en presente para extender
en el tiempo a su legado, como su propia visión de futuro.
Hoy en LasTunas como en el resto del país, el pueblo confirma la lealtad al Comandante,
al homenajearlo con el paso solemne por los lugares habilitados en los ocho
municipios para el tributo.
Cuando me
toco el turno en el Memorial Vicente García González, lugar de tantos honores
en la ciudad capital, me sentí pequeño ante el gigante que tenía al frente en
la emblemática foto de guerrillero invicto, del tiempo de guerrillero en la Sierra Maestra, en la cual se forjó el
Ejército Rebelde que con la guía de él derrocó a la tiranía de Batista, el
primero de enero de 1959.
Mi flor roja se integró a las depositadas con
amor, sinceridad y patriotismo por dirigentes, compañeros de miles batallas y
la nueva generación, que en un todo mezclado decían lo mucho que nos corresponde
hacer para que no muera el legado dejado con su gigantesca obra para todos y el
bien de todos.
La firma del
libro para acuñar la perdurabilidad de su concepto de Revolución sellaba el compromiso con el Líder invencible y con la decisión
de contribuir a la fortaleza de la Patria.
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