Con la
despedida de diciembre, algunos recordaron el aniversario 30 de la creación del
Plan Manatí, concebido en 1986 para incrementar la repoblación forestal como
cuestión esencial para transformar la crítica situación de la vegetación.
Aunque no estuvo en los festejos de muchos protagonistas ni debidamente divulgado
entre las nuevas generaciones, su reflejo está en el fomento de árboles en
diversos escenarios de la geografía territorial.
El
movimiento nacional, que comenzó en Las Tunas con buena acogida en el norteño
municipio, tuvo el despegue con la amplia participación de la población,
liderada por los Comités de Defensa de la Revolución.
El patio de Ricardo Cabreja Pérez, situado en la calle
Pascual Sill número 24, cabecera del mencionado territorio, fue el primero en
la incorporación a la masiva tarea con la creación de un vivero rústico para
plantas maderables y frutales, que se fueron diseminando por la comarca.
El entonces
cincuentenario del otrora central Argelia Libre se convirtió en el ejemplo, que
poco a poco sumó a cuantiosos seguidores tanto en su terruño como en el resto
de los municipios tuneros. La consolidación del proyecto atrajo a múltiples
visitas de diferentes lugares del país, que buscaban experiencias para
extenderlas.
Róger
Enrique Mastrapa Pérez, coordinador provincial de los CDR cuando prendió la idea,
recuerda con agrado a numerosas personas destacadas como Ricardo Cabreja, Ramón
Ferreiro, Pedro Gómez, Bertha Tejeda, Raúl Batista, Miguel Molina, René
Castellanos, Pedro Alfonso, Nancy Casanova, Romilio Tejada y Gladys Rojas,
aunque algunos han fallecido. No olvida las intensas jornadas en los barrios ni
los entusiastas chequeos de emulación para estimular a los mejores y avanzar en
los planes.
Al impulsor
Matrapa le complace rememorar que a partir de las crecientes acciones populares
se fueron rescatando los deteriorados manglares de las zonas costeras y por
doquier comenzaron a aumentar los sembradíos de especies maderables como
algarroba, caoba hondureña, roble, majagua, cedro, júcaro, palma real, dagame,
caguairán y otras, Mientras, las frutas, muchas en proceso de extinción, se iban
incrementando con incidencia en la alimentación, entre ellas, tamarindo,
chirimoya, anón, guayaba, guanábana, coco, naranja, toronja, lima, níspero,
zapote, marañón, canistel, anoncillo, mango, caimito y aguacate.
Los
beneficios se multiplicaban en márgenes de ríos y presas, laterales de
carreteras, cercas perimetrales, potreros, patios, fincas y áreas compactas,
que en conjunto influyeron en el mejoramiento de la flora y la fauna como
elementos esenciales para la protección del medio ambiente.
Con el paso
del tiempo, aquel gardeo a presión en emulaciones de organizaciones y organismos
derivó en tareas más planificadas y especializadas de la Empresa Forestal con
la finalidad de progresar en la supervivencia, el ordenamiento de las áreas
boscosas y la aplicación de la ciencia y la técnica, pues en distintos lugares no
había correspondencia entre las miles de posturas plantadas y las existencias
de árboles. Algunos de los conceptos iníciales del proyecto están presentes en
el Programa de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar.
Los
resultados acumulados de las etapas del proceso aparecen como antídoto en la
modificación del paisaje foreste de Las Tunas, que tenía el índice más bajo del
país; aunque todavía mantiene la zaga con cerca del 20 por ciento.
A pesar del
esfuerzo de diferentes factores, persisten los daños de la intensa sequía, la
candela, la tala ilegal y algunos descuidos.
Si todos nos
favorecemos con las mejorías que se han ido materializando, entonces tenemos el
deber de redoblar la vigilancia para evitar deterioros y seguir las
transformaciones. Así corresponderemos al ideal de Fidel de proteger la
Naturaleza para contrarrestar los efectos del cambio climático, acelerado por
la indiscriminada ambición de las naciones poderosas para adueñarse de las riquezas a costa de los
desposeídos del mundo.
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