Este 27 de
febrero, hace 29 años que nació Rainer Segura Peña, mi primer hijo que me presentó
a las puertas de las inmensas responsabilidades de padre, que nunca terminan.
De allá a
acá, no ha llovido tanto como se dice en buen cubano, pero siempre me ha
mantenido en vilo por el seguimiento al desarrollo de su personalidad y actitud
ante los diferentes procesos de la vida, junto a su madre Sonia Peña Valdés que ha sido inspiración y guía principal.
Con él
aprendí a atener a un bebé en la amplitud de la palabra, desde los pañales, la
alimentación, el desarrollo corporal, la asistencia médica, el círculo infantil
y el resto de las obligaciones.
Luego
vendrían los desvelos en la atención a los distintos niveles educacionales, destacando
la preocupación por las notas, la disciplina, la participación en las demás tareas
escolares y travesuras, que en ocasiones se extendían al hogar y el barrio,
incluso me hicieron llevarlo al hospital con golpes o rasguños.
Tuvo la
dicha de creer y formarse en una familia unida en la misma casa, sin obviar los
comunes desajusten o circunstancias que se presentan en los matrimonios, que
muchas veces los salvan la comprensión, las flexibilidades y las tradiciones
familiares.
Me llena de
orgullo, como al resto de la familia, que este muchachón transitó con
sobresalientes índices académicos por las diferentes enseñanzas, hasta graduase
como ingeniero con notas excelentes en la Universidad de Ciencias Informáticas
en La Habana, en julio del 2011.
Su vida
estudiantil y laboral ha transitado bajo los signos de las exigencias
familiares, la consagración, la responsabilidad, el humanismo y la solidaridad.
Su brillante
trayectoria sirve de acicate al hermano menor Reinier, que estudia tenazmente
para graduarse en julio en la Universidad de Ciencias Médicas de Las Tunas.
También sus
ideas están en la hermana Ramona, aunque el matrimonio y el hijo, no le han
dejado terminar la carrera de Derecho.
A partir de
Rainer soy una persona más humana y con mayor comprensión del rol de padre, sin
dejar de comprobar día a día que los hijos se parecen más a su tiempo que a los
progenitores.
A las
puertas de mis 68 años, que cumpliré el 14 de marzo, celebro la fecha de hoy con
mucho amor, tremendo orgullo, felicitaciones para Ranier y gran admiración por la
familia, que en conjunto, inspira a luchar por ser mejor, seguir viviendo
honradamente y continuar aportando a la obra común promovida por la Revolución de Cuba para el disfrute pleno de los cubanos.
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