La creciente
disminución del bullicio estudiantil se nota en la cuadra de mi casa, en la
cual se ubica el seminternado Toma de Las Tunas, con una matrícula con cientos de
alumnos de la Educación Primaria y situada en las cercanías de la Plaza de la
Revolución, en la cabecera provincial.
Como
terminaron las pruebas y esperan por el acto de conclusión del período lectivo,
prácticamente están de vacaciones como en el resto de Cuba. Algunos rondan por
la escuela vestidos de civil y retornan a los hogares a la hora posible que
pasen a recogerlos sus padres trabajadores, que saben la circunstancias.
Aquellos que
tienen compañías en las casas no vienen al centro docente y esperan
tranquilamente por el cierre del período académico, en el cual los educadores
del territorio en general batallan por obtener por cuatro año consecutivo la
Condición de Provincia Destacada, y así mantenerse en la vanguardia del país.
Generalmente
la bulla molesta, pero los vecinos empezamos a extrañar la algarabía en la
entrada y retorno y el receso docente, que al mediodía se mezcla con música.
También ha
disminuido el ruido de los vehículos que en horas tempranas de cada mañana
traen alumnos o los recogen en las tardes.
Comienza a
concentrarse la nostalgia barrial por el bullicio escolar, que en esencia
esparce alegría y motivaciones, que trascienden hasta los hermosos recuerdos de
quienes ya no estamos en el ciclo escolar.
En el fondo
también se disfruta la felicidad de los escolares, especialmente en estos días
cuando el calor es agobiante, hasta en vestimenta ligera o ante aparatos de
ventilación.
Más a lo
íntimo, en la mente revolotean los deseos de buen final de curso y un agradable
disfrute de las cercanas y merecidas vacaciones.
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