Después de
varios años, recientemente volví por segunda ocasión, al zoológico de piedra,
una de las maravillas de la provincia de Guantánamo, que por su singularidad siempre
es atractivo a mucho público de Cuba y otras partes del mundo.
En este
museo patrimonial a cielo abierto, creado por el ingenio del escultor Ángel
Íñigo y seguido por su hijo de igual nombre, después de la desaparición física
del padre. El talento de ambos consagrados se revela ante el visita en cada
palmo del trayecto de dos kilómetros que va llevando a cada una de las más de
400 piezas, que reflejan una amplia gama de animales de distintas partes del
orbe, esculpidos sobre piedras calizas.
A más de 20
kilómetros al noroeste de la ciudad de Guantánamo, capital de la provincia de
igual nombre, en el municipio de Manuel Tames, se ubique este zoológico, único
de Cuba, y que se puede llegar en el ómnibus, que viaja tres veces al día o en
cualquier otro medio automotor o tirado por animales.
La pequeña
elevación, que resguarda con orgullo esta noble reliquia, parece casi
imperceptible al viajante cuando transita despacio y atento por el zigzagueante
sendero trazado para ir apreciando cada objeto creativo en el mismo lugar,
donde los artistas descubrieron las rocas calizas.
La arboleda,
eminentemente integrada por plantas frutales, le aporta singularidad, belleza y
ambiente refrescante al sitio, que anualmente recibe a más de 10 mil
visitantes, que en un contexto campestre pueden acompañar la feliz estancia con
ofertas gastronómicas, que se brindan en unidades situadas en la entrada.
Entre los
atractivos figuran la diversidad de tamaño de las piezas y la exactitud en los
detalles de cada muestra. A partir de la entrada en escena del hijo comienza a
incorporarse figuras humanas, que están al final del museo como demostración de
la continuidad. Pueden apreciarse arriando bueyes con carreta, arria de mulos
cargada de mercancía, característico de las zonas montañosas, y miembros de una
familia en diferentes funciones dentro de un bohío, que sorprende por la
exquisitez en la terminación con representación
de tablas, guano, puerta, ventana, piso de tierra y otros elementos..
En la casa
de Ángel, hijo, cerca de emblemático sitio apreciamos fotografías del Íñigo del
padre en compañía de famosa escultora cubana Rita Longa. Frente a ellas el
joven relevo cuenta la vinculación con Las Tunas, sementada en los encuentros nacionales de esculturas en
el Balcón del Oriente cubano, en los cuales surgieron los compromisos para
donar obras, que desde hace años están fijadas en un guajiro tocando guitara a
la entrada del motel El Cornito, en alusión a las jornadas cucalambeanas, y
otras piezas de animales en la parte delantera el Parque Zoológico.
Como dijo
con humildad y sentimientos profundos, Las Tunas contribuyó a ampliar el
horizonte creativo de su querido padre y a aportar esculturas a distintas
partes de la nación.
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