Este 21 de
junio ascendió a las cumbres la alegría que rodeó a Luisa García Rondón, mi
querida madre, que cumplió 88 años de edad, en la querida Las Tunas, en el oriente de Cuba.
Sonrisas,
besos, abrazos, regalos y felicitaciones se sucedieron a borbotones, frente a
una preciosa persona menuda y bajita, que cariñosamente desea buena suerte
cuando se encuentra con familiares, amigos y vecinos.
Volvió a
sorprender a los suyos con los sorbos de bebida alcohólicas,
que
saboreaba, en los instantes que se rotaba entre los asistentes al familiar
encuentro.
No faltaron
sus cedazos al compás de rítmicas canciones populares cubanas, que animaron el
encuentro.
Como de costumbre,
los cinco hijos, nietos, bisnietos y otros parientes protagonizaron el acogedor
ambiente, que contó con acostumbrados platos de la cocina criolla cubana,
dulce, refresco, caramelo, mango y cereza.
Se puso en
práctica aquello del argot popular, referido a que en la combinación de la
comida con la bebida, hay una cuestión fundamental para evitar que los tragos
provoquen borracheras.
Junto a las
graciosas ocurrencias de mamá, las travesuras de los niños aportaron
innumerables maneras de pasarla bien y pensar en los sucesivos encuentros que
históricamente contribuyen a la integración familiar.
En sí, la cita por el cumpleaños de mamá
aportó nuevos elementos para la consolidación de la familia, que a través de
los años festeja en unidad fechas relevantes para este conglomerado.
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